El Mundial de Fútbol de 1930, el primero en la historia, se celebró en Uruguay en reconocimiento a los triunfos de la selección uruguaya en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928 y también un tributo al centenario de la independencia de Uruguay.
Sin embargo, la designación de Uruguay como sede generó malestar en varios países europeos, en particular en Italia, que aspiraba a organizar el torneo.
Bajo el régimen fascista de Benito Mussolini, Italia había comenzado a utilizar el fútbol como una herramienta de propaganda y, al no ser seleccionada, promovió un boicot europeo alegando la lejanía y los costos del viaje transatlántico.
Italia, junto con España y otros países europeos como Hungría, Suecia y Países Bajos, se sumaron al boicot al torneo.
Solo cuatro selecciones europeas decidieron participar: Francia, Bélgica, Rumania y Yugoslavia, principalmente gracias a la intervención del presidente de la FIFA, Jules Rimet, quien intercedió personalmente para convencer a algunos equipos de acudir al evento.

Jules Rimet (1873-1956) fue una figura clave en la historia del fútbol mundial y el impulsor de la Copa Mundial de la FIFA. Nacido en una familia humilde en Francia, Rimet fue abogado y filántropo, profundamente convencido de que el deporte podía promover la paz y la comprensión entre las naciones. En 1919, se convirtió en presidente de la Federación Francesa de Fútbol, y en 1921 asumió la presidencia de la FIFA, cargo que ocupó durante 33 años, el mandato más largo en la historia de la organización.
Rimet tenía una visión ambiciosa para el fútbol: convertirlo en un deporte verdaderamente global. Bajo su liderazgo, la FIFA organizó el primer Mundial en 1930, eligiendo a Uruguay como sede en reconocimiento a sus éxitos deportivos. Este torneo marcó el inicio de una competición que uniría a países de todos los continentes. Rimet superó numerosas dificultades, incluido el escepticismo europeo y un boicot promovido por países como Italia, logrando que 13 equipos participaran en la edición inaugural.
En honor a su dedicación, el trofeo del Mundial fue llamado la Copa Jules Rimet hasta 1970. Su legado vive en la Copa del Mundo, que sigue siendo uno de los eventos deportivos más importantes y un símbolo de su sueño de unir al mundo a través del fútbol.
En total, el torneo contó con 13 selecciones divididas en cuatro grupos: además de los cuatro equipos europeos, participaron Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú, México y Estados Unidos, quienes se unieron a los anfitriones uruguayos.
Uruguay comenzó su camino en el Mundial el 18 de julio de 1930, derrotando a Perú por 1-0 con un gol de Héctor Castro. En su segundo partido de grupo, venció a Rumania por 4-0, con anotaciones de Héctor Scarone, Pedro Cea, Santos Urdinarán y Peregrino Anselmo, lo que aseguró su pase a semifinales. Allí, enfrentaron a Yugoslavia el 27 de julio, a quienes derrotaron con un aplastante 6-1 gracias a los goles de Cea, Anselmo, Iriarte y un doblete de Castro, asegurando así su lugar en la final.
La final se disputó el 30 de julio en el Estadio Centenario, en Montevideo, ante Argentina, en un ambiente de máxima tensión. Los hinchas uruguayos no dejaron dormir a los jugadores argentinos la noche anterior, lanzando fuegos artificiales y haciendo ruido frente al hotel. Además, circularon rumores de que algunos jugadores argentinos recibieron amenazas de muerte, lo que sumó presión al equipo visitante.
El partido comenzó con Argentina liderando 2-1 al término del primer tiempo, pero Uruguay, en una gran demostración de espíritu combativo, remontó y ganó 4-2.
Los goles de Cea, Iriarte y Castro sellaron el triunfo, y el estadio estalló en júbilo cuando el árbitro marcó el final del encuentro. Uruguay se coronaba como el primer campeón del mundo, y la celebración en Montevideo se prolongó por toda la ciudad.
Este triunfo no solo reafirmó el dominio de Uruguay en el fútbol mundial, sino que también consolidó la “garra charrúa” como un símbolo de coraje y perseverancia en el deporte.